

50 años, crisis y oportunidad
Por Clr. Milagros Olivera
“No dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de jugar” G. Stanley Hall
Llegar a los 50 años no es poca cosa. Todo lo contrario! seguramente ya hemos vivido experiencias importantes que nos dejaron huellas para siempre. Quizás ya hemos sido padres, nos hemos desarrollado profesionalmente de alguna manera, hemos experimentado el dolor propio y ajeno; probablemente también hemos tenido la suerte de viajar y conocer otras culturas. Podemos sentir que hemos “llegado” a algún lugar y, a la vez, cuánto más nos falta recorrer aún!
Debido al aumento de las expectativas de vida, hoy los 50 años no son lo que eran hace unas décadas atrás. Estamos viviendo más años que nunca y además con mayor vitalidad! Tenemos la energía de los 40 pero la experiencia de muchos más años. El sobre estímulo del mundo de hoy nos permite vivir en menos tiempo muchas más cosas.
Me gusta pensar en los 50 con la imagen de un gran puente. Uno que es transición y crisis; a la vez que es unión y oportunidad. Un puente que conecta el pasado con el futuro, un puente que integra la forma en que he vivido y la oportunidad de elegir cómo quiero hacerlo a partir de ahora.
Inevitablemente siempre al cruzar un puente nos sentimos de paso, no estamos ni allí, ni acá. No sabemos aun cuánto nos falta para llegar al otro lado y ya sentimos la angustia por lo que vamos dejando. Cuántas cosas están quedando atrás? Lejos queda un cuerpo juvenil, flexible y armonioso con energía inagotable que en cambio ahora nos demanda más descanso. Atrás queda la vista de lince que no requiere de los anteojos que hoy perdemos continuamente. Queda detrás también una paternidad demandante que empieza a dejarnos ahora largos ratos libres y almuerzos en soledad. Podemos seguir construyendo una larga lista de cosas lindas que dejamos atrás pero seamos justos, también quedan atrás cosas que ya no queremos más, y por eso el puente es asimismo oportunidad!
Todo lo que vivimos en esta primera mitad de la vida nos hizo quien somos hoy, de todo aprendimos pero no todo queremos cargarlo con nosotros para siempre y tampoco es necesario que así sea! Si este puente que nos ofrece la vida fuera también oportunidad podríamos aprovechar a preguntarnos que queremos llevarnos a esta nueva etapa que nos resta aún vivir. Quiero dejar atrás por ejemplo la auto-exigencia in-habilitante esa que me congela e impide arriesgarme al error? o la tristeza desproporcionada que me deja largas horas de angustia innecesaria? o la ansiedad por lograr cuando se con certeza que ya no necesito demostrar y la responsabilidad de cumplir aunque ahora lo impuesto es mucho menos importante para mi?
Quisiera llevar conmigo la certeza de tanta tarea cumplida, la alegría de mil emociones sentidas, la esperanza del aprendizaje confirmado.
Del otro lado de este puente cuya incertidumbre duele, podemos elegir qué nos espera. Donde queremos confirmarnos, en qué quisiéramos crecer y desplegar. Como dice la psiquiatra americana Andrea Brandt “No estamos sobre la colina sino en la punta de la montaña. Ha sido un arduo trabajo llegar a este punto de vista pero ahora tenemos todo un nuevo mundo para explorar”.
Definitivamente los 50 años pueden ser nuestra gran oportunidad, he aquí algunas ideas para desplegarnos:
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Mejorar nuestra calidad de vida: reconfigurando nuestro ritmo exterior con el interior. Puede ser que ya no sea necesario que sigamos corriendo al mismo ritmo que antes. Podemos re-organizar nuestros horarios con más posibilidad de disfrutar de los pequeños momentos; estos son mágicos segundos que no regresan y, abandonar las corridas y aceleres diarios, pueden mejorar ampliamente nuestra calidad de vida. Aquí el Mindfulness nos propone vivir conectados al aquí y ahora, al momento presente con atención plena y esta práctica en forma constante reduce nuestros niveles de ansiedad y preocupación.
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Darle una oportunidad a nuestros pendientes: cuántas cosas delegadas que ahora pueden encontrar un lugar en nuestra vida. Este es el momento que esperábamos para finalmente hacer eso que antes encontraba mil excusas para ser postergado. Podemos darle un lugar nuevo a leer, escuchar música, viajar, estudiar algo nuevo o sencillamente no hacer nada! Abrirnos a nuevos desafíos puede ser inquietante y tendríamos que animarnos a salir de nuestra zona de confort pero cuántos horizontes y posibilidades nuevas puede traernos!
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Re-encontrarnos con nuestro cuerpo: el cambio de nuestro ser físico es inevitable pero podemos elegir como vivirlo. Puede ser una pérdida o una integración, puede ser el momento de aceptarnos como somos y bajar la exigencia social de ser de determinada forma. Podemos reconstruir la idea de belleza y quitarle al cuerpo los estereotipos instalados para recibir las nuevas formas que viene a mostrarnos. Seguramente muchos de los cambios corporales nos traerán también algo nuevo para aprender de nosotros.
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Crecer en nuestro amor: podemos comenzar una nueva forma de relacionarnos con el mundo en general. Una forma con mayor sabiduría y generosidad y menos necesidades personales. Podemos aumentar nuestro amor por la naturaleza dándonos más tiempo para admirarla; el atardecer en el cielo, la primavera en las flores, el canto de los pájaros a lo lejos. Este puede ser el momento de detenernos y recibir la invitación de la naturaleza a encontrar una nueva forma de estar con ella. Podemos descubrir una nueva manera de estar con los otros, de brindarnos al encuentro, de aumentar nuestra capacidad de escucha, de ser más empáticos, de dedicar a los otros tiempo de calidad. Puede ser el momento de desplegar un yo interior más espiritual y amoroso. Y también podemos estar en el mundo con mayor registro del dolor, comprometiéndonos con las causas que nos motiven y entregándonos a ellas en la forma en la que podamos.
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Desplegar nuestra espiritualidad: esta es como un viaje abierto hacia el horizonte inmenso, hacia el cielo infinito y la profundidad absoluta del mar. Los 50 pueden ser el comienzo de una nueva etapa que le de más lugar a nuestro silencio interior y nuestra conexión con las preguntas existenciales. Todos llevamos dentro a un buscador, un pequeño filosofo interior y este puede ser el momento de detenernos y comenzar a desplegar la búsqueda de nuestras respuestas vitales.
Los 50 años son un puente largo o corto, cada uno de nosotros vivirá esta transición a su manera y de cada uno depende si es crisis u oportunidad.
Foto por Clr. Milagros Olivera. Patagonia, 2018.