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Meditar entrena el silencio, el silencio mejora la escucha 

Por Clr. Milagros Olivera

El solo hecho de disponer de un tiempo y espacio para meditar diariamente nos conecta con el silencio, llevando nuestra atención de la palabra hacia la escucha. Agitados en un mundo de movimientos, acciones, reuniones, indicaciones, llamadas y chateos no encontramos espacio para el silencio. Dedicarle un momento específico a meditar, aunque sea poco tiempo al día, entrena lentamente nuestro silencio para poder convertirlo en espacio de escucha verdadera de nuestro prójimo.

 

En un mundo de constantes sonidos y ruidos reproducimos lo mismo que recibimos continuamente y nos apuramos a expresar nuevas palabras, que muchas veces solo son interrupciones porque, apurados como estamos, no podemos percibir lo que el otro tiene para compartir. Nuestra respuesta sale en forma inmediata y cuántas veces nos arrepentimos! Interrumpimos en mitad del cuento porque ya creemos saber como termina o cambiamos de tema porque no tenemos tiempo que perder con lo que nuestro interlocutor quiere contar.

 

He aquí una descripción simple de cómo podemos mejorar nuestra escucha.

 

Silencio receptivo: Cuando nos disponemos a meditar y conectamos conscientemente con nuestra respiración, nos entregamos al silencio externo que nos abre un nuevo espacio receptivo. Aparecen los pájaros a lo lejos o el ruido de un auto, depende de donde nos encontremos. Hasta el silencio mismo tiene su propio sonido. La mente se nos vacía de palabras, pensamientos y contenidos para llenarse ahora de sonidos. Apertura y recepción. Nuestras palabras quedan en segundo plano.

 

Silencio de encuentro: desde el silencio receptivo nos disponemos a la escucha de nuestro prójimo, nuestro otro inmediato. Recibimos y comprendemos sus palabras sin embargo, en lugar de buscar respuestas en nuestra mente, seguimos en el otro. Sostenemos el espacio de su palabra con nuestro silencio receptivo hasta el encuentro de sus emociones, las que expresa y aquellas que se ven en su cuerpo y alma. Nuestro silencio aumenta no solo la escucha sino también la observación! Nuestra atención pasa de nuestra búsqueda individual de respuestas y consejos hacia la recepción generosa del otro y su experiencia.

 

Silencio de entrega: en este encuentro con el otro, en esa comunión de emociones empieza a asomar nuestra entrega. Ya no buscamos razón y reconocimiento sino contener y darnos. Permanecemos en nuestro encuentro con el otro hasta que nuestra palabra sea requerida o espontánea y surja entonces, clara y de forma natural, desde profundo amor incondicional.

 

En el silencio recibimos los sonidos del mundo y nos conectamos con nuestro contexto. Nos abrimos al verdadero encuentro con el otro desde la conexión legitima para luego entregarnos en forma empática y compasivamente sosteniendo con profundo amor el espacio en el que nuestro prójimo puede Ser.

 

Foto: Milagros Olivera. Encinitas, California. Febrero 2019

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