

¡Qué genial es estar conectado diariamente con mi amiga que vive tan lejos!
¡Ni hablar de decirle que sí a a la remera que mi hermana me muestra por whatsapp y me quiere comprar en el momento en el que la tiene en la mano!
Pero, nada de toda esta conexión digital remplaza el encuentro personal y, aunque parece obvio, no le damos la importancia que merece ese tiempo con el otro.
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“Dale” He descubierto que esta es una de las mejores respuestas que recibo en whatsapp cuando invito a algún amigo/a a un encuentro: la confirmación inmediata de que le interesa verme. Sobrepasados de invitaciones, pensamos hasta último momento cual será la mejor opción para aceptar. Sin embargo, no sólo cuenta en nuestra decisión la disponibilidad de tiempo físico, sino la disponibilidad emocional. Es decir, ese deseo de entrega consciente que tenemos o no para estar con el otro.
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Reflexionemos un minuto sobre esa disponibilidad consciente:
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¿Puedo estar disponible para escuchar con la mente y también con el corazón aquello que mi amigo/a tiene para compartir?
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¿Puedo ponerme en su lugar, es decir ser empático: comprender su mirada y sentir qué le pasa?
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¿Puedo mirarlo con la atención suficiente como para confirmar que su cuerpo y comportamiento reflejan cómo esta realmente?
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Y, con respecto a mí: ¿puedo chequear previamente cómo me encuentro internamente y qué me gustaría compartir de aquello que siento o pienso en ese esperado encuentro?
Si las respuestas son afirmativas, estás disponible y estarás presente en tu encuentro con el otro. Aprovecha esto al máximo ya que es irreemplazable. Bienvenido entonces, el regreso de la amistad presencial, a la que elegimos entregarle no sólo nuestro tiempo físico sino también nuestra mente y corazón.